Salas de Bureba es una villa con ayuntamiento y perteneciente a la provincia, audiencia territorial, capitanía general y diócesis de Burgos, de la que dista 30 kilómetros. Pertenece al partido judicial de Briviesca, de la que dista 16 kilómetros. Salas de Bureba confina la norte con Quinanaopio y Termión, al este con Pino y Castellanos de Bureba, al sur con Hermosilla y al oeste con Aguas Cándidas. Su río es el Homino y se encuentra a 640 metros sobre el nivel del mar. Al oeste de la villa se encuentra la ermita en ruinas de Santa Cruz, de la que procede la Virgen bizantina que se conserva en la iglesia parroquial; posee la villa otras dos ermitas que son la del Cristo Ecce Homo y la de la Virgen de la Portería. Salas de Bureba se encuentra situado en un terreno llano, en general arenoso y flojo; la parte montañosa está poblada de pinos, le fertilizan varios arroyos cuyas aguas se utilizan para el riego e impulsan algunos molinos harineros.
En 1847 Salas de Bureba tenía 472 casas abiertas divididas en dos barrios, una torre antigua, una escuela de instrucción primaria y una iglesia parroquial. Sus vecinos viven de la producción agrícola, en la que destacan los cereales, legumbres, frutas, lino, cáñamo y vino chacolí; cría también ganado lanar, mular, cabrío y vacuno; y se alimenta también de la caza y de la pesca. Históricamente la conquista y romanización de las tierras mesetarias supuso una reorganización de su producción y de su economía con un mejor aprovechamiento de los recursos naturales.
El panorama que a su llegada se encontraron los romanos sería como una tierra pobre, áspera, de clima duro y pueblos poco evolucionados. Los pueblos prerromanos, de origen celta, si bien mezclados con otros autóctonos peninsulares, pertenecían a dos tipos de culturas diferenciadas: al este la pastoril de los arévacos, y al oeste (como es el caso de Salas de Bureba) la agrícola de los vacceos. Los visigóticos, que nunca supusieron un pueblo invasor, sino una cuña de grupos de elite introducida en la sociedad hispano-romana preferentemente en las zonas de la meseta norte, contribuyendo en general, durante sus etapas de reinado, a acentuar el tradicional carácter rural de la Península. En esta provincia se pueden establecer con nitidez tres periodos diferentes: uno primero que abarca los siglos VII al X en el que se inicia el proceso repoblador; un segundo periodo, entre los siglos XI al XIII, donde aparece la vida urbana; y un tercer periodo, durante los siglos XIV y XV, que es cuando tiene lugar un estancamiento poblacional. Durante el segundo periodo se inicia la aparición de la vida urbana caracterizada por la fundación de numerosas villas como cabeceras de un territorio (alfoz o merindad), a las que se dota de un fuero con el que se privilegia a sus pobladores.
En parte, las villas se sitúan sobre un asentamiento anterior, una aldea, un monasterio, una fortificación. Las invasiones musulmanas van llegando a estas tierras en oleadas sucesivas desde el mismo siglo VIII y también, a su vez, los límites de la reconquista van dibujando posiciones cada vez más avanzadas en la meseta. La invasión musulmana produce en los primeros siglos una importante disminución en cuanto a la población, que emigra parcialmente refugiándose en zonas cristianas más septentrionales. La Reconquista, por el contrario, traerá hasta ella nuevos pobladores produciendo una recuperación demográfica; así gentes de muy diversa procedencia, tanto de la España cristiana como de la musulmana, participan de la repoblación de las tierras rescatadas.
Por lo que respecta al partido judicial de Salas de Bureba es la villa de Briviesca. Salas de Bureba aparece documentada por primera vez en el año 1084 cuando el conde don Gómez González dona al Monasterio de San Salvador de Oña una serna en Salas de Bureba. Dispone también que uno de los vecinos del pueblo, de nombre Andrés, sirva perpetuamente con su hacienda al monasterio.